ANGEL O DEMONIO POR MONTSE LA PASTORA
DE ÁNGEL A DEMONIO. Por Montse Lapastora
PORQUE LOS NIÑOS ADOPTADOS A VECES NO SIENTEN EL DOLOR: LA DISOCIACIÓN
Estos comportamientos pueden explicarse desde la disociación, un mecanismo de defensa que se puede poner en marcha cuando el entorno es muy amenazante u hostil. Consiste en la desconexión entre mente y cuerpo y/o mente y entorno.
Existe una disociación o estados disociativos normales que son aquellos en que los niños o los adultos están muy concentrados en una tarea y no atienden cuando les llamamos, cuando por ejemplo están viendo su programa favorito o jugando con la videoconsola.
En estas situaciones no hay desconexión ni deterioro para la vida cotidiana.
Cuando un niño está sometido a una situación de mucho sufrimiento, que le aterroriza o que le hace temer por su vida y no dispone de un adulto que le proteja ni de recursos para enfrentarse, la disociación puede ser una manera de afrontar dicha situación amenazante. Imaginemos un niño de cuatro meses solo en una cuna en un orfanato, al que le duele mucho la tripa; el bebé llorará para que le atiendan y al no obtener respuesta ni consuelo llorará con más desesperación y gritará con todas sus fuerzas en un intento de conseguir que alguien le calme, al no conseguirlo llegará un momento en el que la única manera que tiene de salir de esa terrible situación es desconectándose, (disociando) de su memoria esas sensaciones negativas, de dolor y malestar. Es como si bloqueara sus sensaciones y percepciones y entrada en un estado en el que es incapaz de sentir esas sensaciones u otras similares.
Esta estrategia un mecanismo de defensa de bloqueo (disociación) que le sirve para defenderse de unas situaciones muy dolorosas y amenazantes, al repetirse en diferentes ocasiones queda instalada en su psiquismo y puede aparecer en otras circunstancias, aunque estas ya no sean amenazantes, simplemente pueden evocarle o recordarle algo relacionado con aquella sensación original que le causaba tanto dolor y malestar, puede ser un roce, una sensación interna o cualquier otro estímulo. Después de esto veríamos al bebé con la mirada fija, perdida en el vacío, como si estuviera “ido”. Esto es lo que explica por qué muchas veces los niños tienen caídas fuertes, se rompen un hueso y manifiestan que no les duele, realmente no sienten el dolor porque lo tienen bloqueado.
Estos estados ausentes también interfieren en su desarrollo normal porque les impiden centrarse y concentrarse en su ambiente escolar. Escuchamos en múltiples ocasiones las quejas de profesores sobre la falta de atención y concentración de estos niños, los padres nos cuentan que un día retienen perfectamente un tema y al día siguiente son incapaces de mantener la atención. A veces pueden diagnosticarles comoTDA, pero lo que les ocurre es que tienen momentos de desconexión que no pueden controlar.
Cuando el entorno de un niño es muy aterrador, la manera de huir de él es separar su consciencia de lo que estaba pasando, el niño aprende a hacer que lo que está pasando a su alrededor no es real, y así puede soportarlo, a esto se le llama desrealización.
Imaginemos un niño de tres años que ve como golpean a su madre, oye gritos y ruidos amenazantes. Éste niño consigue separar su conciencia de su entorno pero más adelante puede ocurrirle que cuando algo le recuerde aquella sensación original de temor, por ejemplo si la profesora le grita, sienta que es entorno no es real, perciba que lo que le está pasando es “raro”.
Despersonalización
Otra forma de disociación es la despersonalización que se puede producir cuando niño ha estado sometido a maltrato físico, abusos sexuales o intervenciones médicas dolorosas. El niño aprende a separarse de su cuerpo para no sentir el dolor. Esta disociación puede afectar al sentido del oído, la vista, y el gusto, lo que puede interferir negativamente en el curso del aprendizaje escolar.
Es muy frecuente en los niños adoptados que no tengan sensación de frío o calor, que no sientan dolor ante las heridas o caídas. Muchas veces los médicos de urgencias se sorprenden de que vayan con una muñeca rota o un tímpano perforado y apenas se hayan quejado.
En otras ocasiones, la situación ante la que tiene que huir es tan terrible que la única forma posible de hacerlo es que una parte del niño se haga cargo de esos pensamientos, sensaciones y recuerdos horribles. Es como si dentro del niño hubiera otra parte que encierra todo ese material horrible del que está desconectado. Ésa sería una parte disociada. El niño siente que dentro de él hay una o más partes, si le preguntamos puede decir que dentro de él hay un Iván enfadado y otro pequeñito. Esto va hacer que se comporte de forma diferente, un día podemos ver a un Iván totalmente cariñoso y al rato siguiente a un Iván arisco y despegado.
Las partes disociativas son las que están implicadas en esos cambios de comportamiento y en esas conductas que tanto sorprenden en algunos niños adoptados, lo que muchos padres refieren como: “parece Dr. Jeckyll y Mr. Hyde”, “hoy sabe hacer una cosa y mañana la olvida”, “miente y roba y no sabe por qué”, y verdaderamente no lo sabe. Todo esto provoca una alteración de su identidad y muchos problemas en casa, en la escuela y en las relaciones sociales.
Algunas causas que pueden generar disociación relacionadas con los niños adoptados son:
Maltrato físico y/o psicológico y abuso sexual.
Negligencia crónica.
Ser testigo de violencia familiar o callejera.
Ser cuidado por padres que lo aterrorizan o que están aterrorizados.
Heridas físicas, condiciones y procedimientos médicos.
Estar o ser testigo en un desastre natural (terremotos, inundaciones).
Separación repetida de la persona que le cuida y que le da soporte emocional.
Algunas de las maneras en las que se puede reconocer cuando hay disociación:
En ocasiones puede autolesionarse (a veces se hace cortes, se arranca el pelo).
Pasar de comportamientos crueles a compasivos, de actitudes maduras a muy infantiles.
No muestra sentimientos.
No recuerda haber hecho algo aunque alguien le haya visto haciéndolo.
Se queda ausente sin que sepa qué ha pasado en ese rato.
Cuando está muy agresivo o enfadado su mirada está ausente.
Dolores físicos no justificables por el médico.
Tiene un amigo interno especial que va a todas partes con él (y que le habla y muchas veces le dice que tiene que hacer u opina sobre lo que ha hecho).
Cambios en los gustos de ropa y comidas en breves periodos de tiempo (hoy me gusta y mañana no).
Cambios frecuentes de humor de los que no es consciente.
Pasa de la risa al llanto sin motivo que lo justifique.
Incongruencia entre lo que expresa y lo que siente (se ríe cuando está contando algo triste).
Un día es capaz de realizar correctamente una tarea y al siguiente no sabe hacerla.
Siente miedo ante situaciones que no lo provocan y se siente seguro ante situaciones peligrosas.
Es frecuente que oigan voces dentro o fuera de su cabeza.
Se hace pis o caca encima y no lo nota ni lo huele.
Se hace daño o heridas y no siente apenas dolor.
No tienen por qué darse todos estos síntomas ni con la misma intensidad ni con la misma frecuencia, pero si se observan algunos de ellos podemos pensar que esas conductas o despistes que el niño tiene no las hace porque quiere, sino porque hay un problema de base que tiene tratamiento cuando se acude a un profesional especializado.
Autora del libro Niños adoptados. Estrategias para afrontar conductas